Desde la madrugada de ayer Mauricio Macri es el nuevo presidente de los argentinos. Los desafíos que deberá enfrentar el líder de Cambiemos durante los próximos cuatro años son muchos, entre los que hay varios que involucran a mundo laboral.
En materia política, el nuevo presidente deberá afrontar la realidad de que hoy existen cinco centrales obreras diferentes: la CGT Azopardo conducida por el camionero Hugo Moyano; la CGT hasta ahora oficialista liderada por el metalúrgico Antonio Caló; la CGT Azul y Blanca del gastronómico Luis Barrionuevo; la CTA de los Trabajadores conducida por el docente Hugo Yasky y la CTA Autónoma liderada por el estatal Pablo Micheli. La atomización es un desafío en sí mismo, aunque no se descarta que haya una reunificación de al menos las tres CGT.
La situación de las dos CTA es diferente y podría modificarse con el cambio de gobierno, ya que la cercanía de Yasky y oposición de Micheli con el kirchnerismo fue un factor determinante para la ruptura.
Si bien en las vertientes de la CGT aún hay reticencias –especialmente del sector del MASA, liderado por el metalúrgico Antonio Caló- hay varios sectores que están impulsando una reunificación de la central obrera para mostrarse más firmes frente al nuevo mandatario. La unidad podrá tardar más o menos pero casi todos los dirigentes coinciden en que llegará.
Pero además, hay otros motivos que pueden colaborar con la reunificación como la preocupación que muchos de los dirigentes de las tres centrales muestran por lo que ellos consideran atentados contra el modelo sindical, como la personería gremial que el Ministerio de Trabajo otorgó al Sindicato de Subtes y los sucesivos fallos de la Corte Suprema de Justicia que ponen en discusión un modelo cuestionado por propios y ajenos y hasta por la Organización Internacional del Trabajo. La defensa del modelo sindical que otorga, entre otras cosas, exclusividad al sindicato mayoritario para ciertas actividades, podría abroquelar a los dirigentes detrás de una sola bandera.
Las distintas CGT también están expectantes por los anuncios económicos que pueda hacer el nuevo presidente y tienen especial interés sobre lo que suceda con la inflación –que se disparó en las últimas semanas y que esmeriló el poder adquisitivo del salario- y en torno al Impuesto a las Ganancias –reclamo que enfrentó a la dirigencia sindical toda con el gobierno saliente de Cristina Fernández y que ya trajo cortocircuitos con un Macri aún no asumido-. Y, en la misma línea hay mucha expectativa por la futura convocatoria a paritarias, que fueron creciendo en cantidad en los últimos 12 años.
Mauricio Macri tendrá que tomar decisiones en torno al casi tercio de la fuerza laboral en negro; a mejorar la situación de sectores vulnerables como peones rurales, empleadas domésticas y jóvenes y mantener los índices que mostraron mejoría en los últimos años como el desempleo y la cantidad de convenios colectivos homologados y el funcionamiento de las instituciones como el Consejo del Salario.
Hoy, el ex jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires asume un país que tiene más de 12 millones de puestos de trabajo, que entre 2002 y 2014 crecieron un 91 por ciento. Según datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) el 50% de los puestos generados se concentran en el empleo asalariado registrado del sector privado (poco menos de 2,9 millones de puestos), mientras que el sector público explicó apenas un 19% del crecimiento (1,1 millones de puestos incorporados en los estados nacional, provincial y municipal).
Pero a pesar de que la cantidad de trabajadores casi se duplicó en 12 años y que el desempleo bajó del 24,3% en 2003 al 6,9% a fines de 2014 -un descenso del 72%- aún hay casi un tercio de lo trabajadores que no está registrado.
Desde inicios del 2003 a fines de 2014 el empleo en negro se redujo del 49,7% al 34,3%, sólo un 31% menos. Esta reducción es sustancialmente menor a la de otros índices, como el del desempleo.
Hay ciertos sectores del mercado laboral que muestran una particular vulnerabilidad, como el caso de los jóvenes de entre 18 y 24 años que padecen más el desempleo que el promedio de los trabajadores. Mientras que la desocupación alcanza al 6,9% de la población económicamente activa, en el segmento de los jóvenes el desempleo afecta al 15 por ciento.
Las empleadas de casas particulares son otro sector con una alta precarización y, aunque se mejoró sustancialmente en los últimos 12 años y especialmente después de la sanción de la Ley 26.844/13, aún queda por hacer. En 2002, había tan sólo 47 mil trabajadores de este universo debidamente registrados. En 2014, a más de un año de vigencia de la ley, había 371 mil empleadas registradas, lo que implicó un aumento del 681 por ciento. Sin embargo, todavía es necesario mejorar las condiciones de este colectivo laboral que se calcula que supera al millón de trabajadores.
Algo similar ocurre con el trabajo rural, donde con la Ley 26.727 sancionada y promulgada en diciembre de 2011 se instituyó un nuevo Régimen del Trabajo Agrario que sustituyó el aprobado en 1980 por la ley de facto 22.248. A partir del nuevo Régimen, más de 300 mil trabajadores accedieron a nuevos derechos, más cercanos a los del resto de os trabajadores.
En los últimos 12 años, se crearon en este sector alrededor de 148 mil nuevos puestos de trabajo registrados, un incremento de 92 por ciento. Pero, al igual que en el caso de las empleadas domésticas, el universo de trabajadores es grande, difuso y atomizado, lo que complica la tarea de concientización, sindicalización, fiscalización y registración.
Desafíos hay y son muchos. Habrá que ver si Mauricio Macri continúa la senda de la mejoría de los índices laborales con las políticas públicas que implemente y qué lugar le otorga a los trabajadores en su entramado político. Pero también habrá que ver qué rol jugarán los sindicatos en este nuevo escenario. Una nueva historia comienza a escribirse hoy. También para los trabajadores.